El tratamiento para la hipertensión protege el cerebro
Según la Organización Mundial de la Salud, hay más de 35 millones de personas en todo el mundo que padecen la enfermedad de Alzheimer (lo que es aproximadamente dos tercios de todas las personas con demencia) y el número de personas afectadas podría superar los 50 millones en 2030, dado el envejecimiento de la población en todo el mundo, con una esperanza de vida en la actualidad de más de 70 años.
Ahora bien, y esto es importante, si bien es cierto que la prevalencia (número total de casos) de esta terrible enfermedad está en aumento –debido al envejecimiento de la población–, la incidencia (la proporción de casos en cada grupo de edad) ha disminuido claramente en los países de renta alta. Esta circunstancia, que es sorprendente, se pone de manifiesto en distintos estudios rigurosos. Son varias las razones que lo explicarían y que se resumen en el mejor manejo de los factores de riesgo cardiovascular y, en particular, de la hipertensión. De hecho, sabemos que las cifras de presión arterial entre las personas de 40 y 60 años afectarán al funcionamiento del cerebro pasada la edad de los 80 años. Los pacientes ancianos que hoy tienen demencia tenían entre 40 y 60 años en la década de 1960, cuando no se disponía de tratamiento para la hipertensión.
La hipertensión afecta a las arterias del cerebro, lo que puede tener dos consecuencias principales:
- Riesgo de accidente cerebrovascular (ictus)
- Riesgo de pérdida de memoria y enfermedad de Alzheimer
El riesgo de ictus es bien conocido, pero los efectos en la memoria no lo son tanto. Estudios recientes han mostrado la influencia de anomalías en los vasos sanguíneos (vasculares) sobre la memoria, creando un riesgo de “demencia vascular” o enfermedad de Alzheimer. Una combinación de diferentes factores aumenta el riesgo de problemas de memoria y de enfermedad de Alzheimer.
La presencia de factores de riesgo vascular (hipertensión, diabetes, niveles de colesterol altos) va dañando progresivamente la pared de las arterias del cerebro. Estos cambios vasculares desembocan en una irrigación deficiente del cerebro, lo que puede provocar daños en áreas muy pequeñas (solo unos milímetros de tamaño) del cerebro (lagunas), que al multiplicarse pueden provocar eventualmente los síntomas de demencia.
Así pues, en total, casi la mitad de casos de enfermedad de Alzheimer en el mundo (17 millones) se deben potencialmente a factores de riesgo sobre los que podemos actuar.
Así que hoy sabemos que podemos tomar medidas muy eficaces, a través de diversos medios, para prevenir las demencias, que siguen sin tener un tratamiento efectivo y cuyas causas no han sido identificadas con claridad. Una investigación reciente ha mostrado que reducir la presión arterial con un tratamiento antihipertensivo puede reducir el riesgo de demencia en un 50%, razón por la cual debemos tratar la hipertensión y así asegurarnos de que la presión arterial se mantiene dentro de unos límites normales (140/90 mm Hg en la consulta del médico).